Sobre Brailles y Relecturas de la Biblia en el MALBA
por Guido Ignatti
 

León Ferrari, La expulsión, 1988, Collage sobre papel, 35,4 x 78,4 cm.



Fuentes iconográficas identificadas: reproducción de Expulsión del paraíso, de



Miguel Ángel (Capilla Sixtina), e imagen extraída de L’Érotisme chinois,



de Marc de Smedt, Ed. Solar, 1984.
   
 

Que no todo lo que brilla es oro es sabido, pero que no toda la obra de León Ferrari forma una muestra digna de ser exhibida, parece que no. Si bien nadie discute la importancia de este artista en el marco de las artes latinoamericanas y de todo lo que representa como tal, con una producción que resulta imprescindible para el arte político de nuestros tiempos, estas piezas en particular son menores en relación al potencial discursivo que supo tener León en otros trabajos. Las dos series que se exhiben en el museo se desfavorecen, en parte por la literalidad abrumadora y otro tanto por la vacua repetición de la misma idea una y otra vez hasta agotarse en sí misma. Para desarmar el tema hay que evaluar la obra y la curaduría en simultáneo.

Llama la atención que, en el texto introductorio a la muestra, el museo deje de manifiesto una cierta conexión entre la exhibición Bye Bye American Pie y la de Ferrari, solo por el hecho de considerar que ambas discurren sobre la denostación de los discursos hegemónicos del poder. Si bien es cierta la afirmación desde una perspectiva acotada -ceñida a la oración arriba mencionada-, simplifica el hecho de alistar en las mismas filas a ambas muestras no habiéndose gestado curatorialmente en línea. Casi puede considerarse un vaciamiento de sentido sumar como versión local, a la historia de la contracultura norteamericana, una muestra que poco tiene que ver con esta desde su concepción artística, tampoco con su enfoque y objetivo, ni mucho menos con la historia político social del país. Con tal afirmación queda supeditada a la condición de hermana menor de la otra muestra, que no es algo a la altura del artista que León es.

Sin adentrarnos en el carrerón que tiene este artista de 91 años, que trabaja incansablemente al día de hoy y que desde hace medio siglo produce obras que son buscadas por colecciones de todo el mundo -hasta se atreve a decidir a quien venderle o no sus obras- León ha hecho historia y no solo del arte, también lo ha hecho de otras. Supo filtrarse en la historia económica, social y cultural a través del arte y de su conflicto con las estructuras de poder. La batalla casi quijotesca que libra desde hace muchísimos años,  y mas fuertemente desde los 80’s, por la emancipación iconográfica de la idolatría y de la publicidad religiosa, así como también por su enfrentamiento con el poder político, lo han llevado a mostrar sus ideas por todo el mundo representando nuestro displacer generalizado con estas instituciones.

Volviendo a la muestra en cuestión, Daniel Link en el texto del catálogo postula al artista como “productor” en varias oportunidades, definiéndolo así por su origen y por su forma de trabajar. Esta adjetivación instituye su manera de crear y se carga de sentido al pensarlo ante la producción sistemática de las obras que contemplamos. León produce hasta el hartazgo -pero no propio sino de los demás- y con una constancia que no lo hace moverse ni un centímetro de la ruta marcada por él mismo. Consideremos que estas dos series, “Relecturas de la biblia” y “Brailles”, se vienen desarrollando desde los años 83 y 84 respectivamente. Hace casi 30 años que realiza estos collages y expropiaciones visuales en simultáneo con sus otras obras, sin que dejen de verse estas como una producción que empezó y terminó en determinado momento, como piezas contemporáneas entre sí. Esto puede verse como algo bueno o malo según el enfoque. La constancia y el empeño no son algo desdeñable, por supuesto, pero la capacidad evolutiva y experimental es algo aún más importante para que una expresión artística pueda considerarse obra. Y en las de esta exhibición se ve poca maniobra, son muy estables, al punto de ser poco arriesgadas en lo estético y en lo formal.

Quizá el problema radica en la cantidad de collages expuestos. Son setenta los trabajos de idéntica procedencia y discurso, que en lugar de potenciarse en la significación individual terminan fastidiando por la cantidad de veces que la misma operación artística se manifiesta ante nuestros ojos. El don de la edición asertiva no aparece en la muestra. A mi entender es un grave error curatorial ya que se ahogan las posibilidades de expansión semántica que algunas obras podrían tener al articular con otras de diferente tenor, o si simplemente estuvieran un poco más aisladas, respirando y emanando plenamente su discurso propio.

Asimismo la literalidad, espesa, está en toda la muestra. La fidelidad a las palabras de un texto o al sentido exacto y propio de las imágenes deja poco campo a la interpretación personal. Todo está tan masticado y digerido que nos queda poco que hacer como espectadores de este banquete. Intelectualizado por demás, nuestro acercamiento a la obra de Ferrari está extinto, la sensación es que no somos necesarios ahí, nada interpela y la contemporaneidad se pierde con atisbos de obra momificada. La idea se abre, muestra, se explica a sí misma y vuelve a cerrarse.

La excesiva pedagogía reinante en la sala tampoco ayuda, todo está revelado al extremo. Al lado de cada obra hay un cartel bilingüe, importante, explicando desde los textos hasta la autoría de las imágenes utilizadas, siendo que en los collages se adultera muy poco la imagen original y en los brailles nada, resulta un poco antipática la extrema enunciación de lo que vemos. En 1997 León mostró unos brailles de la serie en cuestión bajo la consigna de “no está prohibido tocar las imágenes”. Cuánto mejor hubiera sido en este caso poder tocar las obras que fueron realizadas con un tipo de escritura que, para cumplir su cometido, requiere de nuestro tacto. Cuánto mejor hubiera sido estar en la fase anterior, antes de que la obra se cristalizase en el museo, hibridando su sentido tácito. Cuánto mejor hubiera sido permitir que se colase lo que está en el aire y que el silencio hiciera lo suyo.

“El arte contemporáneo consiste en un lenguaje para no videntes” L.F.









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León Ferrari - Brailles y relecturas de la Biblia
Del 30 de marzo al 2 de julio de 2012. Sala 3 (1° piso) MALBA.

 

 

     
 
     
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Sobre Brailles y Relecturas de la Biblia en el MALBA
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