Sobre las suspensiones en privado de La Negra
por Guido Ignatti
 
       
 

Sucede que cuando me propongo escribir sobre las acciones performáticas reinantes hoy en día, me encuentro sumergido en un vacío inmenso al pensar en los espacios legitimados, por lo que someramente muestran de esta disciplina y por lo débil que está como praxis en nuestra argentina contemporaneidad.

Si las prácticas institucionalizadas se quedan en lo etimológico de la palabra “performance”, que proviene del inglés y da como resultado las siguientes definiciones: rendimiento, desempeño, ejecución y actuación; sería acertada la definición de lo que vemos como performance en estos espacios. No obstante, la carga simbólica que la palabra tiene categóricamente en las artes, es superior. ¿Qué es lo que hace que una obra performática sea obra además de performance?

Contra el silencio que se profesa ante la pregunta, ahondo en los terrenos non-sacros del mundo artístico para echar luz; pero la traigo de zonas sombrías, donde menospreciadas y quizá por eso mismo enaltecidas, encuentro más interesantes acciones. Negadas por lo extremo de su naturaleza, que modifica el cuerpo con técnicas un poco cruentas, estas performances están históricamente asociadas a episodios trascendentales de la historia del arte contemporáneo en el siglo XX. Ya desde los años 60, y estos son solo algunos de los posibles ejemplos, se legitimaron disciplinas de quiebre sobre lo canónico, como el Accionismo Vienés, Fluxus y aún más específicamente sobre el tema que nos atañe en estas líneas, las acciones de Stelarc.

La Negra, fundadora de la, ahora solo virtual, revista Piel Mag; es una de las precursoras de las experiencias y modificaciones corporales en Argentina; amante irrefutable del tattoo y el piercing (no es conditio sine qua non de lo que sigue), es además iniciadora y “performer” reconocida internacionalmente de la suspensión corporal.

Con ella declamamos, entre otras cosas, sobre la teatralidad en las acciones performáticas. La escenificación es un condicionante, no una condición, y esta ciñe a las acciones como un corsé apretándolas bien fuerte y acordonándolas hasta el cansancio. En muchos casos, quien observa es fundamental para complementar la performance, en las suspensiones definitivamente no. Si bien es “atractivo” ver a una persona colgarse de su propia piel con ganchos, freakshow y varieté dark, o aunque se vuelva quirúrgica la acción en las convenciones de entendidos; nada de eso es cercano a la experiencia corporal, y por supuesto mental, de quien practica. La experimentación con el propio cuerpo, proponerse comprenderlo y llevarlo a enfrentar eso que la mente considera limítrofe; y así también, desdoblar el pensamiento para superar las capacidades corporales, es claramente la búsqueda de trascender hacia otro plano. En una suspensión, el cuerpo y la mente funcionan como simbiontes, potenciando y enalteciendo las capacidades del otro, aunque, según los entendidos, es básicamente inexplicable en palabras.

La Negra divide: “en público hago apariciones y las performances en privado.” Esta afirmación inmediatamente me lleva a pensar sobre el momento de la ejecución de obra de un artista. ¿Cuándo se está creando? ¿En el taller o en la exhibición? Entonces al considerar ella que la experimentación es “la cosa” por sobre todo lo demás, y lo que luego hace público ligeramente es mostrar una dosis de su experimentación; la obra está en esa habitación que solo vieron quienes sirvieron en el proceso de suspensión, y no donde los demás ven una réplica mezquina del acto original. La Negra es una artista, aunque lo niegue cuando se le pregunta.

Sin generalizar de ningún modo sobre los mecanismos artísticos pero sí acotándolos a este caso particular, se supone que el momento de creación de un artista es mayormente privado y solitario, es el momento en el cual las condiciones las plantea uno, y la relación entre lo creado y el creador es de flujo constante y continuo. Es el artista y la obra, es el artista y la experimentación. Así también de dual es la inspiración y la ejecución, que son inmediatas y paralelas, más intensamente en la performance que en otras disciplinas. Entonces, la exhibición, la acción pública, es sólo un extracto preparado para ser visto y animado por el deseo de cumplir expectativas ajenas. Para hacer visible, accesible y comprensible algo que en privado fue peculiar, único e irrepetible. No encuentro punto de comparación entre lo que sucede en cada caso. Otra pregunta: ¿La obra, en estos casos, la presencia solo el artista?

Es claro que no puedo explicar la suspensión desde adentro, porque aunque quiera, aún no experimente una. Pero si puedo mirar ese canal que La Negra y muchos otros encendieron para interpretar que sucede. Piel tenemos todos, por ahí empieza. La membrana que nos contiene es límite tangible del ser y dice hasta donde somos. Si bien se supone emanamos intangiblemente algo en un radio mayor, la piel es cáscara y corteza. La piel es impermeable, nosotros no. Modificar y experimentar con ella, es tratar de expandirse por sobre lo que contiene, es jugar en las puertas físicas de nosotros mismos. Si la piel es la frontera entre uno y el resto del mundo, esas perforaciones propiciadas a punta de aguja, son pasajes hacia afuera, son conectores que dejan escapar de nosotros “algo” hacia el exterior, y por ende dejan filtrarse en otro “algo”. Esto es solo el comienzo, porque la experiencia más importante está en la levitación asistida. Cuando la soga tira, las heridas se estiran, es el momento de la bocanada de aire en la piel, respira el cuerpo, entonces también entra algo y somos permeables al mundo. Cuando los arneses y las roldanas trabajan, forzando la liberación del suspendido, como un shock espástico pero pasivo, cuando se eleva el cuerpo, hay entrega al devenir. Se siente en el flotar del cuerpo, el peso de lo que tiene dentro… ¿Uno se verá desde arriba a sí mismo?

+info: http://lamasnegra.wordpress.com

 
 
     
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