Entrevista a Carlos Herrera
por Dany Barreto
 
Carlos Herrera fotografiado por Germán Ruiz para SAUNA    
 

Fui a hacer la entrevista y las fotos al taller de Carlos dentro de la Beca Kuitca. Esperaba un clima de sexis efebos rosarinos fotografiados en sus cuartos y me sorprendí mucho cuando lo primero que vi fue una pintura al óleo de un payaso; al mirar un poco más, esculturas con narices de payaso y, finalmente, unas zapatillas gigantes, número 56, muy coloridas, que eran de un basquetbolista y encajaban perfecto en ese entorno.


¿Como surgió tu colección de cuadros de payasos?

Empieza con un recuerdo de un payaso triste que había en la casa de unos tíos. Una lámina del típico niño payaso llorando con un perrito en brazos. Ellos vivían en la ciudad y nosotros en el campo.
Hace 5 años empecé a comprar una obra cada vez que vendía una mía. Nunca compré obras contemporáneas, esas las tengo por canje con amigos, colegas. Empecé a armar una colección de pintura, más bien anónima; algo de pinturas del litoral, más que nada retratos masculinos, isleños, algunos cristos y payasos. Casi todos sin firma o de firmas sin renombre. Con dejo más bien clásico y una pátina marrón.
Los payasos que busco son los más realistas, aquellos en los que se nota que son hombres maquillados de payasos y no una caricatura. Un artista que me gusta como pintaba payasos es Larrañaga, que también hacía unos bailarines de flamenco increíbles. Como concepto, el ser payaso toda la vida te debe volver loco. Tiene una corteza que no es propia, que tiene que ficcionar, producir. Esa preparación frente al espejo, de transformarte en algo que no sos, trae o contrae la tristeza, la angustia.

¿Estás haciendo obra en relación a esto?

Sí, pero no puntualmente a lo de la angustia, si bien dentro del imaginario me interesa y quizás aparece algo. Las obras son densas en su cuestión formal. Tienen que ver más con una estética del color, con los lugares donde uno encuentra un payaso. Como cuando abrís un cajón y te encontrás con un globo o una nariz de payaso o algo de muchos colores mezclado con ropa o fotos. ¿Cómo apareció esa mini fiesta?¿Ese mini lugar payaso? En contextos como más abandonados, o que no corresponde que estén ahí. Mis obras cargan más de esta sensación.
También me aportó mucho a delimitar el tema una serie de charlas que tuve con Marcelo Pombo. Él tiene un acercamiento a esto en forma indirecta dentro de su obra, con ese clima festivo de serpentinas y globos.

Estás en el Premio Petrobras de este año.

Presento un autorretrato sobre mi muerte. Consiste en una bolsa de nylon blanca, que adentro tiene unos elementos: un par de zapatillas mías, una remera que compré en mi último cumpleaños, un par de medias de rugby. Dentro de las zapatillas que sobresalen de la bolsa hay unos calamares, que se van a ir pudriendo durante los seis días de la feria.
Planteo una reflexión sobre los metros cuadrados que ocupa el olor a muerte y cómo se establece ese volumen de olor. ¿Que es el olor a muerte? Y cómo la obra crece por el olfato y no por lo visual. También hago un planteo bastante critico sobre mi autorretrato:
es la primera vez que aparezco yo; siempre trabajé con elementos de otros y ahora son los míos.
Y la única vez que lo elijo es para morir. Promocionando mi muerte con olor a muerte. Como una obra que se encierra en sí misma. Aparezco como mi propio fetiche para destruirme.

Para la muestra "Hielo locura" en Zavaleta presentaste unos objetos realizados con materiales pertenecientes a adolescentes. ¿Es importante para vos a quién pertenece cada objeto?

No. Entran a un archivo común, tengo unas cajas marrones donde archivo todo. Tal vez en un comienzo tenía un registro de cada objeto, sobre lo que pasó en esas tomas, hasta con una charla incluida. Pero después, con la acumulación y la llegada de material de gente que desconocía, fue imposible. Se acumuló mucho y estuvo bastante tiempo olvidado, no sabía qué iba a hacer. Empecé a juntar en el 2000 cuando hacía las fotos de los chicos y recién en 2006 aparecen los primeros objetos. Están unidos por un precinto, casi una suerte de ofrenda. La simetría es un gran aliado de estas piezas, hay un concentración muy puntual. Tiene algo ritual esto de juntar elementos y unirlos, meterlos en la olla y cocinarlos. Construir un elemento nuevo con cosas que son cotidianas en el mundo de los jóvenes.

En esa muestra participó Mariano Blatt.

Mariano hizo el texto. Donde él se imaginaba entrando a mi muestra como si fuera un videojuego. También participo con textos que estaban en la sala sobre un banco muy largo. Nos conocimos en 2008 por intermedio de Gerardo Jorge, que es el editor de "El niño Stanton", y pegamos muy buena conexión, así que le propuse sumarlo a la muestra.

Unos años antes hiciste "Temperatura perfecta" en el CC Rojas.

Que es donde por primera vez muestro lo que desde el 2000 hasta 2009 venía trabajando además de los bodegones y otras cosas. Alberto Goldstein me propuso hacer una muestra y le mostré este material de donde salió "Temperatura perfecta"

¿Como surge esta serie?

Surge más por un trabajo, unos jóvenes que tenían una banda de rock me pidieron que les hiciera unas fotos para el disco que estaban por sacar. Les pregunté dónde se juntaban a tocar y me dijeron que cada uno tocaba en su casa y que una vez por semana se juntaban todos y ensayaban en cierto lugar.
Lo tomé como un trabajo, no lo pensé como obra. Entonces fui a la casa de cada uno, y ahí descubrí un universo adolescente en plena explosión. Empecé a registrar todo pensando en el disco; yo estaba estudiando diseño gráfico, así que estaba en lo mío. A la vez yo estaba abandonando esa etapa. Mi adolescencia fue más ordenada que la de estos chicos, una vida de campo. Mi cuarto era más desangelado, el típico cuarto vacío, todo híper ordenado.
Y después me llamó otra banda que había visto las fotos de esta primera. Y para la segunda afilé el ojo y dije “acá hay algo que tengo que ver, a lo que tengo que estar atento”. Empecé a hacer un registro medio sistemático, con retratos de ellos de frente, de costado, de espalda, de los instrumentos, de todo.
Este registro me llevó mucho tiempo procesarlo, años de registrar sin saber que se transformaría en "Temperatura perfecta".

¿Qué obra estabas realizando mientras tanto?

Unas fotos intervenidas. Recortaba fotos porno de los setenta y cubría, tapaba o le quitaba genitalidades, pero eso no lo mostraba tanto.
Lo que si mostraba eran unos trabajos que hacía con archivo fotográfico encontrado, de los 70 también, que tenía que ver con gente que viajaba por el mundo. Con esos trabajos gané premios, gané el Chandon. Esta obra era más clásica, tenía que ver con el recuerdo, la memoria. Tenía mucho goce estético, perforaciones en los negativos, líneas, marcas. Sentía que estaba jugando y no era tan consciente de que ahí había un material denso al manipular material de los 70 siendo que yo había nacido en el 76. Estos datos generaban en los espectadores imágenes con mucho peso. Locutores del arte hablaban de mi obra y la posicionaban dentro de la esfera artística. Para mí no era tan serio como lo veían ellos, pero recién lo pude decir varios años más tarde. Creo que fue una coincidencia de asociaciones. Me molestaba un poco como se lo estaba enfocando, pero a la distancia veo que esa obra tiene todo lo que se decía. También sentía que me transformaba en un mármol y como ya había podido zafar de la pintura, no quería otra vez envejecer dentro de mí. Lo mostré en la galería Del Infinito y se llamaba "Infinita tristeza".

¿Y qué hiciste después?

Dejé de lado esa sintonía con el pasado y apareció una obra más juvenil, divertida. Aparecí yo con un sentido más tonto y no tan profundo, y eso se recibió muy bien también. Pude hacer ese cambio y meterme en un territorio más personal.
Ahí aparece el archivo y todo el material que yo tenía de los jóvenes. Todo estaba acá en casa.
Aparece otro espíritu de la obra. Y visitando hacia atrás hay conexión con cierto erotismo que viene desde las primeras, hay un eje conductor, un hilo que me acompañó desde el 99 hasta ahora, es como el espíritu más verdadero. Y lo puedo ver en este año que freno por la beca Kuitca, para pensar y repensar en lo que estoy haciendo.

¿Cómo es la relación con esos chicos?

Yo los invito a mis muestras, van a las inauguraciones, les encanta verse exhibidos. Hay algo heredado de la imagen del fotolog o el facebook. Hasta tuve reclamos de porqué no los puse en una muestra. O porqué no está mi foto en tu web.
También los invito a montar la muestra, a que me ayuden a colgar, o los invito a tocar la guitarra, o la batería, los sumo al proyecto.
A veces con los nuevos chicos que aparecen recomendados por otros es un trámite súper frívolo. Yo entro al espacio, generalmente viven con sus padres o conviven cinco en un monoambiente. Cuando voy a la casa de los padres hago mucho registro también y tengo mucha documentación de detalles, decoraciones, muebles, etc., es la previa a entrar al cuarto. Ya en acción en ese cuarto soy súper cuidadoso, muy profesional. En la situación donde viven varios juntos sin familia ahí se desmadra un poco, entonces observo y les pido que repitan ciertos gestos, movimientos, nunca tomo la foto en el instante si no en una repetición. La obra no tiene que ver con ese momento vivido. Yo no estoy sacando fotos todo el tiempo. Las que tomo están consensuadas con ellos. Son imágenes como frenadas, duras, no es vivencial. Entro en un estado de mucha concentración. Después algo que es interesante es que comparto con ellos cuando se vende una obra, les doy un porcentaje. De antemano les digo que no les puedo pagar por las tomas pero que si se vende la obra hay un 10% que es para ellos.

¿Cómo fue tu vida en el campo?

Vivir en el campo genera un tipo de austeridad, mis viejos cultivaban flores, mucha naturaleza. Pintaba desde los 12, iba a talleres de pintura, y hacía mucho deporte, corría y jugaba al rugby. Llevaba una vida intimista, no era bueno para los grupos o equipos. De hecho ni para las artes puedo trabajar en equipo

Pero tenés proyectos realizados en equipo, como lo que hacés con Claudia del Río.

Bueno, con Claudia tenemos un dúo, pero porque nos amamos, nos une mucho más que la obra. Tenemos un ida y vuelta muy especial. Hacemos obras en conjunto y nos llamamos Trulalala. Es obra ligada al diseño, seriada.

¿También tuviste una galería?

Sí, una galería que se llama Marasca Trip. No tiene sede. Es un logotipo, una gráfica que puede posicionarse en cualquier lugar. Si un artista necesita una galería puede ir Marasca Trip a tu casa y lo que hace es rotularte la pared o la puerta. Es en general para artistas que están fuera del circuito del arte. Que las galerías no los aceptan. Artistas que sienten que están fuera de un sistema. Funciona como una contención, un servicio.

Y bueno, fuiste director del Macro, nada menos.

Siempre estuve próximo al museo desde que se fundó el Macro y hasta que se lo nombró secretario de cultura a Fernando Farina quien me invitó a trabajar por un año como director interino del museo hasta armar el concurso y elegir así nuevo director. Trabajé todo el año 2008. Fue interesante porque yo estaba trabajando activamente con Marasca Trip, fue genial estar es un lugar institucional, que era la antítesis del otro.

¿Te quedaste con ganas de más de eso?

Estaba bueno, pero a la vez te sentís un viejo de mil años, por más que estaba trabajando con jóvenes y con la contemporaneidad. Pero con la gente que te toca luchar hacia arriba es gente que está liquidada, que es la política; gente que está arruinada, limada. No está pensando en nada de lo que vos estás pensando.
Para alguien que solo quiere ser gestor es bárbaro y se puede lograr mucho, pero para un artista es complejo. Para que la libertad se gerencie tenés que luchar con gente que es como tallar rocas, y eso que te hablo de una situación súper ventajosa, es Rosario con un gobierno socialista, con una estructura cultural impresionante, pero así y todo es luchar contra las bestias. Como artista estuvo bueno porque pude poner dinamitas y bombardear ciertos lugares.

En los videos, fotos y collages hay una carga fuerte erótica. Y también está muy marcada la decisión de no mostrar genitalidad.

Me parece que si tuvieran genitalidad restaría algo que yo estoy queriendo que se vea en la obra. Desvía la mirada a un lugar más común, menos relajado, genera una tensión y la concentración se va para otro lado. Creo que evitarlo genera más en mí y en el espectador. El exhibicionismo es un tema difícil en una obra. He hecho intentos, generé algunas y da algo como muy resuelto, universalmente resuelto.

¿Te sentís como un investigador?

Como un falso investigador, porque no es un trabajo que haga a conciencia. Más como un coleccionista de algo. Un veedor.

Algunos te definen como fetichista.

Me parece que es el modo más vago de ver la obra. El espectador es más fetichista y eso está buenísimo porque lo provoca la obra. ¡La gente me hace cada pregunta con estas obras!
Yo entiendo que el espectador cuando ve la obra deposita muchíiiisimo más de lo que yo deposito en esto. Siento que cuando dialogo sobre la obra la gente espera que diga otras cosas. Las preguntas siempre son suspicacias sobre... ¿cuál es mi vinculación con esos jóvenes? ¿qué hago con ellos? Mucha expectativa que para mi gusto es planísima. Es más un tema del otro. Y es lo que dice la obra más allá de lo que uno dice, es la obra que está sola. Vos establecés tu dialogo con la obra, leyendo el título, leyendo lo que ves y eso va a tu consciente-inconsciente y elabora algo de lo que podemos discutir horas.
Me parece que cuando uno mira la obra pensando en los sentimientos del artista está cometiendo un error. La obra es algo que uno prepara pensando en un montón de cosas que exceden a los sentimientos. La obra se defiende por sí sola. Especular sobre el resultado de una obra por lo que vos crees que el artista siente frente a ella es un problema tuyo.
Quizás en algún momento, al principio cuando yo estaba definiendo este trabajo, pude haber tenido alguna sensación más cercana al deseo, pero se agotó en dos minutos. Es mi material de trabajo, como si fueran mis óleos y pinceles.
Obviamente que hay un poder de ellos sobre mí, que me pueden. Es lo que me atrae, el mundo de los jóvenes, el deporte, el desecho, todo lo que queda de lo amateur. El personaje amateur que decide abandonar. Los objetos tienen toda esa carga de abandono.

Todo tiene que ver con un final.

Todos son finales. Un pibe que me entrega su protector de testículos y su cadenita de protección espiritual. Si la muerte no está en esa pieza ¿dónde está? Abandono de etapas, de situaciones. Es decidir, bueno, no va más esto. Como al basquetbolista que le compré estas zapatillas número 56, me las vendió porque no puede jugar más, porque su físico no da más.
Estoy quedándome con el momento pico del amateurismo. El guitarrista con la bandita cree que va a ser el guitarrista estrella. En un momento decide largar todo a la mierda y se pone a estudiar arquitectura o derecho y te vende la guitarra. Hay muchas ilusiones y esperanzas que quedan en esos objetos. Esa es su carga.

Tuviste una experiencia con gitanos como de una película de Kusturica.

A los 17 años estaba pintando retratos, payasos, bailarines flamencos y gitanos, todo en óleo. Mi prima que vive en Neuquén me dice que tendría que mostrar mi obra allá, y me comenta que ahí había una comunidad de gitanos. Y fui.
La muestra era en la planta alta de un pizzería, y fue un éxito, los gitanos me compraron mucha obra, me invitaron a su casa a cenar, fue una comida desopilante. Las obras ya estaban colgadas sobre unas paredes de azulejos, un delirio. Querían que pintase a la familia en un mural gigante que me iban a canjear por un auto. Toda una experiencia de formación increíble. Y al poco tiempo me despedí de la pintura.




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Carlos Herrera nace en rosario en el año 1976.
Artista que realiza proyectos diversos de características intimistas y hogareños. Instalaciones y documentaciones de video, fotografía y audio.
Ha realizado numerosas muestras individuales y colectivas desde el año 2000, siendo una de sus últimas muestras grupales Midi - Minuit / Mediodía – Medianoche en Argentina, representando a la Argentina junto a Lucio Fontana y Jorge Macchi, curada por el Francés Marc-Olivier Wahler, integrando el programa de Les Chalets de Tokyo de Paris.
Coordinó grupos de trabajo con ex combatientes de Malvinas, con jóvenes y adolescentes y con grupos reducido de poblados periféricos a grandes ciudades. Trabaja en forma conjunta con Claudia del Río en un dueto denominado Trulala/la. También dirige Marasca trip gallery en Rosario (galería sin sede fija).
Fue asesor externo y posteriormente director ejecutivo del Museo Castagnino/macro de Rosario.
Actualmente participa de la Beca Kuitca UTDT y es uno de los artistas elegidos para representar a Argentina en la Bienal de Estambul de este año. También es uno de los seleccionados para el Premio Petrobras 2011.
Ganó numerosos premios. Sus obras forman parte de colecciones privadas y de museos.
Trabaja y vive en el campo. Rosario. Argentina.

www.herreracarlos.com.ar


 

 
     
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