AEROPLANO (gran Siberia 1) de Juan Giribaldi.
por Guido Ignatti
 
     
 

Nunca fue más ThisIsNotAGallery que ahora. Esta galería nos tiene acostumbrados a “experiencias artísticas” más que a adoctrinadas exhibiciones y, en este caso particular, fue momentáneamente un taller y un estudio de video. La sala impecable para la ocasión- white cube de los que no abundan en Buenos Aires- desplegó todo su potencial semántico, no para exponer, sino para crear in situ una pintura abstracta y un film para su posterior exhibición como video-instalación.

El blanco no interfiere. Es ideal para que, inalterables, obras y documentos se muestren en todo su esplendor. El halo no coloreado evacua, aísla, permite el foco y apela a la concentración. Si, desde el momento de la creación, no se interfiere visualmente y tampoco se es presa de la inspiración de pasos anteriores ya dados- apoyados al lado del caballete con la tela lista para abordar-. ¿Qué tanto se puede abstraer un artista de su propia herencia para avanzar? La obra misma, ¿tiene tradición?

Juan Giribaldi pintó un cuadro en la galería, uno de proporciones cinematográficas (4.30x2mts.), inmerso en el blanco absoluto, sin ruidos visuales más que los decididos para producir esa obra (bocetos, pruebas de color, etc). Frente al abismo dogmático, a la tela blanca más inmensa, la que excede el bastidor y se hace sala; valor es lo que hace falta para dar el primer brochazo. Todo es blanco. Todo es nada. Y sumergirse en esta nada, es empezar del cero más extremo- una tarea que requiere una certeza importante dominando al deseo-.

¿Qué es lo que motiva a este artista a embarcarse en semejante desafío? Vale aclarar que Juan Giribaldi es un pintor que se aproxima a la geometría y a la abstracción, no solamente desde lo formal, sino además desde un profundo análisis cromático. Es un arquitecto del color, construye con experiencias tonales el conocimiento que estructura su pintura.

Claramente, el “proceso” mueve su deseo.

La pintura que Juan está pintando no será exhibida, al menos no por el momento. Él convirtió ThisIsNotAGallery en un taller aséptico, donde además de pintar, se analiza el trabajo sobre la pintura. Lo estéril prima en la evaluación de la ejecución; esto sostiene la obra. Este taller evade el misterio creativo al trastocar su ubicación, evade la subjetividad instalada y el aura tan famoso que poseen los otros talleres que rebalsan de peculiaridades del mundo del artista. Aquí es más importante mirar despejado el camino, que divisar el fin del mismo. Lo que sucede alrededor de la pintura, las causas y consecuencias, es lo que se quiere plasmar, o mejor dicho, captar.

En este quirófano se expone un tema, y como si fuéramos ansiosos estudiantes de medicina, observamos atentos para aprender o al menos ver- si somos ajenos a la tarea- algo que nunca vimos. Y existen dos maneras de mirar lo que pasa en TINAG, que pantalla de por medio, nos aísla de la obra y de lo que sucede subjetivamente.

Por un lado se monitoreó en tiempo real el trabajo del artista en la galería/taller. Esta tiene un visor en la pared que da a la calle, a través del cual buscando husmear, se puede ver una TV que muestra un plano general de la sala- y a Juan trabajando en la pintura-. Nada de esto ayuda a comprender bien lo que sucede. Un plano general es algo bastante amplio como para discernir una acción precisa, como es el modo de sujetar el pincel, la mezcla de colores o la fuerza con la que golpea la tela. La función de esta cámara es la de exponer el hecho que sucedía en simultaneo a la acción, una especie de valoración o catalogación performática del asunto. Ese visor voyeur permite saber lo que pasa puertas adentro, pero teniendo al espectador a una distancia prudencial, ya que es un mero observador circunstancial en esta instancia.

No es así lo que sucede con el otro proceso de filmación. Que grabó a tres cámaras el accionar del pintor sobre la tela y su debacle emocional con el método. Los planos detalles abundan para apuntar el ojo ajeno y dirigir la mirada inquisidora sobre el acto. Las vistas de estas cámaras son casi subjetivas, muy cercanas a las del pintor concentrado en la obra. Los momentos decisivos así como los de contemplación también tuvieron su momento frente a las cámaras, pero no es el caso de la pintura, que nunca se ve completa en las tomas. Este segundo producto que sale del taller/galería no exhibe de manera virtual la pieza acabada, sino nos acerca ese instante que queda atrás una vez que la obra avanza.

Una vez pasado el hacer, viene el exhibir. El cuadro que no se va a mostrar será reemplazado por tres pantallas de gran tamaño, que mostrarán los tres puntos de vista captados por las cámaras. Se trastoca nuevamente el sentido del espacio expositivo, este no mostrará una obra, sino cómo fue hecha. ¿O si lo hará? La video-instalación es una obra. Esto es una instancia futura que se desarrollará durante el segundo semestre del año en la galería misma, y que cerrará el ciclo de esto que comenzó siendo análisis y pintura.

Es interesante observar la necesidad, de un pintor con escuela y tradición estrictamente pictórica, de volcarse a la instalación site-specific y a la obra proyectual; siendo que la pintura tiene una concepción y abordaje diferentes. Lo primero que salta como argumento es la contemporaneidad inmediata y el mundo circundante, que lleva a moverse en sincronía con el resto de los pares; no obstante retomando palabras anteriores, el análisis procesual es algo siempre presente en la pintura de este artista. El conocimiento que Juan adquiere, el que estudia y el que hace importante a sus pinturas, queda sepultado en las capas de color. Se observa finalmente la corteza de la obra, y lo que le dio forma, lo que corre por dentro, es invisible a los otros. El resultado no es más que la suma de operaciones, las cuales no se evidencian pero son parte fundamental de la obra. El rojo señal, que está debajo de los azules y violetas que terminaron definiendo esta pintura, trabaja desde lo profundo adulterando la superficie. Haciendo vibrar de manera precisa la tonalidad a la vista, ese aditivo que no está mezclado sino tapado, sacude la superficie.

Lo que no se ve trabaja desde las sombras, y trabaja arduamente. No es reconocida su labor a simple vista pero es fundamental para que, lo que percibimos como obra acabada, sea perfecto. Este proceso (ejecución, video e instalación) expone los órganos vitales de la pintura y se centra en ellos, para que ese momento retínico, que solo presencia el artista llegue- al menos en video- al resto de los simples mortales.


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Producción fotográfica: Carlos Herrera
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Lo que no se ve
Aeroplano (gran Siberia 1) por Juan Giribaldi
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Pensamiento Nacional en el Palais de Glace
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Yendo de la cama al MOMA
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